martes, 22 de noviembre de 2011

Autobiografía


   No pretendo aburrir al lector, en este breve comentario acerca de mi persona, con detalles familiares o con simples enumeraciones sobre los acontecimientos de mi vida, en su mayoría intrascendentes para cualquier espectador externo. Tampoco es mi intención hacer un análisis de mis virtudes o defectos, siendo la propia persona posiblemente el juez menos imparcial a la hora de realizar una introspección. A este respecto, prefiero que sean otros los que decidan. Baste decir que he disfrutado siempre de una vida acomodada, sin más problemas que aquellos que pudieran surgir de la existencia cotidiana. Puede incluso afirmarse que nunca he necesitado resolver mis propios problemas; siempre ha habido alguna persona dispuesta a hacerlo por mí. No puedo por tanto sino llegar a la conclusión de que estas facilidades han marcado mi existencia, posiblemente de una forma negativa.  Es un hecho inevitable que todo individuo debe, tarde o temprano, enfrentarse a la realidad de la vida personalmente, y parece igualmente cierto que, cuanto antes se produzca tal enfrentamiento, mayor será la preparación recibida de cara al futuro. Sin embargo, sería extremadamente hipócrita, incluso cínico, ver en una vida “fácil” puros perjuicios. Lo cierto es que,  gracias a tales facilidades, he disfrutado de oportunidades que no puedo sino agradecer. He tenido la ocasión, entre otras cosas, de acceder a una formación privilegiada. Asistí a un buen colegio privado de Madrid, y pude disfrutar, durante seis veranos consecutivos, de estancias en Estados Unidos, en las que me familiaricé, no sólo con la lengua inglesa, sino también con la cultura americana, tan importante como predominante es en el mundo, y que he aprendido a apreciar, tanto en sus virtudes como en sus defectos. Precisamente, la posibilidad de viajar y conocer otros lugares es  una de las cosas que más he llegado a apreciar de todo lo que he podido hacer en algún momento de mi vida. He visitado buena parte de Europa, además de Estados Unidos y América del Sur, y deseo fervientemente poder llegar a expandir el área de países y continentes en los que he tenido la oportunidad de situarme, aunque fuese por un corto periodo de tiempo. Pero, dejando a un lado mis recorridos por el mundo, y volviendo a mi formación (aun estando ambos asuntos en cierto modo entrelazados), es preciso admitir que es a ella a la que he dedicado la mayor parte de mi vida (o, al menos, de mi vida “productiva”), lo que, aun siendo lógico en el caso, como es el mío, de un estudiante, en cierto modo excusa mi falta de conexión con lo que denominé anteriormente como “la realidad de la vida”. Y digo en cierto modo porque, si bien es innegable que una autentica dedicación formativa (y no hablo aquí ya sólo de estudios, sino también de cultura e interés por lo desconocido), facilitada por la ausencia de obstáculos externos (tales como la falta de recursos) hace más sencilla la tarea de aprendizaje, aquellos que han tenido que luchar para salir adelante en dicha tarea saldrán, una vez concluida la misma, mucho mejor preparados para todo aquello que les espere: la sencillez no viene necesariamente aparejada con la calidad. En cualquier caso, si tuviera que definirme de forma concreta, o más bien definir mi vida, sería como estudiante, como una persona (y esto lo puedo afirmar sin temor a excederme) ansiosa por aprender, por alcanzar un mayor grado de conocimiento, pues es precisamente el conocimiento uno de los escasos capitales de los que podría, en un futuro próximo, enorgullecerme.

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